La Asociación Cultural Mucho Cuento abre ahora la sección de entrevistas a personas que forman parte de los talleres de escritura, con el objetivo de dar a conocer sus intereses y sus procesos creativos. Diego Marín Galisteo nos acercará a quienes han hecho de los talleres un modo de vida.
Entrevista a Ana Ibáñez
1. ¿Para quién escribes?
Los seres humanos siempre hemos contado historias. Podemos verlo a través de las pinturas que han permanecido desde la época de las cavernas. Supongo que es la necesidad de exorcizar nuestros miedos, la catarsis de atrevernos a plasmar nuestros deseos y anhelos, en ocasiones de forma alegórica. Siempre escribí diarios, pero no era suficiente. La catarsis completa se produce cuando otras personas te leen y consiguen emocionarse con lo que escribes. Es una gran satisfacción. Como la que se siente al leer y emocionarse con lo que alguien ha escrito, incluso en épocas muy lejanas. Ese acto de comunicación en ambos sentidos es una experiencia tan satisfactoria que resulta adictiva.
2. En ese acto de comunicación, ¿qué tipo de emociones te gusta encontrar en la literatura?
Todo tipo de emociones. Supongo que la literatura dota de sentido al sinsentido: las historias, los relatos (al menos los convencionales) siguen una estructura narrativa en la que todas las piezas encajan, suelen albergar una cierta “justicia poética”. La literatura es una burbuja de armonía en medio del caos.
También me gusta el juego y situarme, como el Quijote, en un promontorio desde el que observar la realidad cubierta con una pátina de ensoñación y poesía.
3. Te sientes especialmente cómoda en la escritura de microrrelatos, ¿qué te aporta este género a la hora de contar una historia?
Yo siempre había escrito prosa poética y poesía, que me sigue pareciendo dificilísima. Me encantaban los micros, pero nunca me había planteado escribirlos. Aconsejada por una amiga, en uno de esos encuentros poéticos en los que te vienes arriba, hice un curso online, y descubrí que me sentía muy a gusto con este género porque me daba mucho juego, me permitía mucha versatilidad: desde adoptar un tono lírico a un tono divertido o irónico; generar ambigüedad; jugar con el lector. Me gusta que lo que escribo tenga fuerza e intensidad y con ese formato me resulta más fácil. Es casi mi formato natural.
4. Antes decías que la literatura dota de sentido al sinsentido. En tu último libro, titulado Lo poco que sé de ti, escribes esto: «A mi bisabuelo solo lo recuerdan hoy historiadores estudiosos de nuestro maltratado sur. Estas breves páginas son mi forma de rendirle homenaje, reivindicar su lucha y cerrar ese duelo». Cuéntanos cómo surge este libro y qué es lo que contiene.
Este libro surge del dolor, la rabia, la impotencia y el amor. Mi bisabuelo fue fusilado junto con un país que empezaba a liberarse de la opresión. Lo queramos o no, es nuestra herencia, con todo lo que ello conlleva. Él fue una persona comprometida a todos los niveles, pero al ser un político local de una ciudad de provincias, su nombre solo lo recuerdan los historiadores especialistas en esa época, y a veces ni tan siquiera eso. Quise rendirle homenaje, que su nombre no se borrase de la historia. Pero me encontraba con la dificultad de lo poco que sabía de él (a través de la prensa histórica digitalizada, de lo poco que me contó mi abuela, su hija). Con esa información podía escribir un artículo pero yo quería algo más, con más “cuerpo” y donde pudiera contar su historia de una manera más emotiva y literaria. Cuando se me ocurrió el formato: un esqueleto desarrollando las letras del abecedario para narrar, a través de pequeños fragmentos, partes esenciales de su vida y del marco histórico, ya todo fue más fácil. Con los elementos que había podido reunir construí el puzle incompleto pero lleno de afecto con el que poder cerrar mi duelo.
5. Un taller de escritura es…
Un lugar de inspiración, de intercambio, un incentivo, un espacio donde aprender técnicas, recibir recomendaciones y también descubrir y compartir lecturas y experiencias literarias. Para mí siempre supone un reto.
6. ¿Cómo se desarrolla habitualmente tu proceso creativo? ¿Necesitas alguna premisa o prefieres encontrarla por el camino?
Suelo partir casi siempre de algo: una idea, un recuerdo, una sensación, un hecho, que se me aparecen normalmente como un fogonazo que voy trabajando mentalmente. En algunos casos, necesito buscar información y en ese proceso se va añadiendo “material” que va conformando el relato. Me ayuda mucho vislumbrar un final porque me ofrece una guía. Pero, por supuesto, me encantan los hallazgos que puedan surgir en el camino.
7. ¿Cuándo das por bueno un texto que has escrito?
No sé si eso es posible. Creo que una vez que considero que he plasmado lo que deseaba y de la forma que más me convence. De todos modos, suelo mostrar lo que escribo a una persona de confianza (desde el punto de vista literario sobre todo) antes de darlo por terminado.
8. Conduces el podcast “Afiche” en Paradigma Radio, donde das a conocer tu pasión por el cine. ¿En qué medida te ayuda el lenguaje cinematográfico a la hora de escribir?
Creo que mi manera de escribir no es nada cinematográfica. El cine me nutre desde el punto de vista artístico y, sobre todo, humano, y en esa medida puede influir en mi escritura, pero me inspiran más la vida, los sueños o la literatura.
9. ¿Hay algún tema sobre el que no escribirías nunca?
Me horroriza la violencia y no me gusta nada la escatología, pero al margen de eso creo que no hay ningún tema sobre el no escribiría, ya que todo depende del enfoque y la forma en que se traten. Eso sí, desde hace ya muchos años, tengo una divisa: lo que yo escriba, lo que transmita, tiene que ofrecer esperanza. He visto películas y leído libros terribles, que narraban hechos reales y tenían la grandeza de brindar esperanza, porque, en el fondo, es la realidad, ya que la vida sigue, todo rebrota.
10. Háblanos de algún libro que tengas asociado a los talleres de escritura.
Me resulta muy difícil elegir, ya que en los talleres he descubierto muchísimos autores y obras. Recuerdo el primero y el último: Materia oscura, de Ángel Zapata, y Biblioteca pública, de Ali Smith, pero también muchos otros, como la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters, el Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, Una guía sobre el arte de perderse, de Rebecca Solnit. El taller en el que comentamos escritos de esta última autora, que se denominó Escribe la ciudad, y en el que no solo escribimos, sino que también paseamos, me resultó muy fructífero. También tengo que asociarlos a mi último libro, Lo poco que sé de ti, ya que el primer fragmento que lo compone procede de un taller.
Ana Ibáñez es traductora y escritora. Coautora de los relatos Pepe el okupa(2001) y Sincuentos (2004); del cuaderno poético Dedos, delirio, dulzura (2016); de la plaquette Visiones (2016) y de los libros Ser poema (2017), Salvar el fuego (2019) y Lo poco que sé de ti (2023). En solitario ha publicado 4 plaquettes en la colección “Cuadernillos Heliotropo”. Ha sido coeditora de la revista de poesía Mediterránea (1994-2005), así como de las plaquettes Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez(2012 y 2013) y Regando las raíces (2014), y del cuaderno Corazón que crece. Homenaje a Enrique Pleguezuelo (2016). Ha participado, igualmente, en los libros colectivos: Ni una más (2014), Diez y cuento(2016), Cada palabra cuenta (2017) e Imágenes que cuentan (2021). Cultiva tanto la poesía visual y discursiva como los microrrelatos, que han aparecido en diversas publicaciones literarias y experimentales nacionales y extranjeras, en papel y también online.