La vejez es una de las obras menos conocidas de Simone de Beauvoir. Se publicó en 1970 y ahí quedó hasta que se reeditó en febrero de 2020 en la colección de bolsillo de Gallimard, Folio. Las diversas ediciones existentes en español (Edhasa, Debolsillo) son muy difíciles de encontrar.
Consta de casi 700 páginas, en las que va desde la naturaleza y los síntomas físicos a los datos que aporta la etnología, pasando por una completísima revisión geográfica. Añade además una línea de tiempo exhaustiva y pormenorizada sobre la forma en que los distintos periodos históricos y sus manifestaciones culturales han tratado la vejez. Escritores, músicos, políticos, personalidades de las letras, las artes y las ciencias. Y corrientes, acontecimientos, costumbres…
En la obra aparece varias veces España. Menciona el Cid y se extiende en La Celestina. Le presta mucha atención Goya, porque su vejez le parece ejemplar ya que supuso cada vez mayor perfección y una constante renovación. También hace referencia a la película El cochecito, de Marco Ferreri, basada en un relato de Rafael Azcona, que se estrenó en Francia en febrero de 1961.
Charla asimismo con asistentes sociales y publica los presupuestos con los que cuentan para las personas a su cargo, así como otros materiales de trabajo que le parecen interesantes: informes, cuadros sobre los recursos de las personas de edad, gastos de la atención médica de la Seguridad Social, etc.
Y no se conforma con lo anterior, sino que también quiere mirar la vejez de frente. Visita alguna residencia y se queda horrorizada con la alienación en la que viven allí las personas ancianas. Y aporta una solución: «Para que la vejez no sea una parodia ridícula de nuestra existencia anterior no hay más que […] seguir persiguiendo fines que den un sentido a nuestra vida: dedicación a individuos, colectividades, causas, trabajo social o político, intelectual, creador. Contrariamente a lo que aconsejan los moralistas, lo deseable es conservar a una edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para que nos eviten volvernos sobre nosotros mismos. La vida conserva valor mientras se acuerda valor a la de los otros a través del amor, la amistad, la indignación, la compasión. Entonces sigue habiendo razones de obrar o de hablar.»
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